Pasó la mano sobre la balda de la estantería y le miró. Él estaba allí sentado, con aquel semblante que nunca dejaba ver qué había detrás. Sonrió levemente.
-¿Ha terminado? -preguntó él.
-Ha terminado.
-No podías haberlo hecho mejor. Yo me habría ido mucho antes.
Ella no se movió.
-Gracias -sintió que un escalofrío le recorría la espina dorsal al escucharle decir eso -. Por no haberte ido entonces. Gracias.
Aún podía sentir su mano en el rostro mientras bajaba las escaleras. Se tropezó con el escalón de la puerta, como siempre que iba a su casa. Al salir del portal su imagen se reflejó en el cristal del coche que había aparcado en la entrada. Iba muy guapa, con aquel vestido rojo y el pelo recogido. Sin embargo, ahora sólo podía ver la imagen de una mujer derrotada.
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