Podríamos contar con las pestañas las gotas que caen desde el bidé hasta el azulejo. Podríamos explicar a los gatos qué hacer para saltar las tapias, o cómo comprar pan al lechero de las seis. Podrías ser un poco menos tú y un poco más él, y podría callar y dejarlo pasar. O podría comerme la tostada por las mañanas, llegar a la hora a los sitios, dejar de escuchar toda esa música que escuchaba este verano. Debería de dejar de hacerlo. Debería. O deberías dejar de estar presente en cada mierda que piso.
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